4 de junio de 2011

El “alma” femenina. ¿Qué anhela Emma Bovary?

Publicado por Nora




“Dentro de toda mujer, incluso la más reprimida, alienta una vida secreta, una fuerza poderosa llena de buenos instintos, creatividad apasionada y sabiduría eterna.”

Así se expresa Clarisa Pinkola Estés agregando además que:


“Aunque los regalos de la Naturaleza les pertenecen desde el nacimiento, los constantes esfuerzos de la sociedad por “civilizar” a las mujeres y constreñirlas a unos roles rígidos las han dejado sordas a los dones que albergan en su interior”

Y en “Madame Bovary” tenemos a nuestra Emma, padeciendo las cárceles que impone a su propio deseo, siendo parte de éstas las restricciones de un tiempo y sociedad de la que ella también, de alguna manera (la que puede), pretende “salirse, romper moldes, bucear y buscarse”; y buscar en caminos alternativos saciar su alma insatisfecha.

En el capítulo VIII de la novela impacta el contraste que realiza Flaubert entre la vida rural, aludiendo incluso a sutiles comparaciones entre las “bestias de establo” y los rústicos habitantes de un medio que “acorrala” y aburre soberanamente a Emma.

“campesinas que trascendían a establo, agricultores que penetran uno tras otro como en un hipódromo […] el ganado hallábase allí […] la mediocre vida provinciana […] (Flaubert 1984, pp. 132, 133)

Alude el autor a la generalización de usos y costumbres,  y para ello se vale del lenguaje que potencia la sensación de estandarización: “Todas aquéllas gentes se asemejaban […] todos los chalecos eran de…[…] todos los relojes pendían de cintas, […] todos apoyaban sus manos en las caderas….(p. 135)

Un capitulo en el que la feria como escenario da lugar a un “desfile” de personajes y situaciones que en el estilo del autor, y continuando con una riqueza sensorial que permite “visualizar” lo que acontece,  da cuenta de un poblado en el que se valora (y además se estimula), la sumisión y la obediencia:

“Y no me refiero, señores, a esa inteligencia superficial, adorno de espíritus ociosos, sino a aquella otra, profunda y moderada, que a aplícase sobre encima de todo a la persecución de fines útiles, contribuyendo de esta suerte al bien de cada uno, a la mejora de la comunidad y al sostén de los estados, fruto del respeto debido a las leyes de la práctica y los deberes…” (p.137)
Emma además, en este entorno práctico en el que prima el “deber” y en el que Rodolfo replica, oponiéndose:  […] ¡Siempre a la vuelta con los deberes! […]  ¡El deber, el deber, ¡Cáspita! El deber no es otro que sentir lo grande, adorar lo bello y no aceptar, con las ignominias que nos impone, todos los convencionalismos sociales […] (p. 138) duda de que así sea y es conciente de su condición de género ante lo que  Rodolfo le manfiesta:

“¿Ignora ud. que existen almas atormentadas sin cesar? Esas almas necesitan entregarse alternativamente a la actividad y a los sueños, a las más puras pasiones, a los más desenfrenados placeres, y de aquí que se arrojen a toda clase de caprichos y locuras” (p. 137)

El autor da cuenta de un contexto que en este capítulo (VIII), alude fuertemente y exalta la “utilidad de la agricultura, la opinión de la sociedad, la obediencia a las normas morales; espacio en el que se premia a una mujer (mal trazada, vieja, con rostro inexpresivo, mirada apagada,  que por el roce con los animales aparecía con placidez y mutismo, y sin saber qué hace y prácticamente sin poder interpretar lo que sucede) por  “54 años al servicio de una misma granja” (p. 14), dándole en distinción una medalla, que la campesina regalará en homenaje al “señor cura para que me diga misas” (p.142)

En contraposición aparece en este tramo del texto un Rodolfo que se resiste (pareciera para ciertos personajes hay más libertad ante lo “vedado”):

“¡De ningún modo! ¿Por qué arremeter contra las pasiones? ¿No son ellas lo único hermoso que existe en el mundo? ¿La fuente del heroísmo, del entusiasmo, de la poesía, de la música, de las artes, de todo, en fin?”

¿Qué es lo que Emma ansía, qué quiere, qué DESEA?

Se nos perfila de alguna manera en sus ensoñaciones, sus mecanismos psicológicos (indudablemente Flaubert un “adelantado” al respecto, los menciona y nomina de manera diferente, pero hay en sus descripciones a lo largo del texto: negación, sublimación, racionalización, identificación, etc. que “delatan” a Emma ) y un recurrir permanente y destacar en el relato a la imaginación, potente legado de lo “humano”.

Concluyo con las palabras de Maturana: “NO HAY ACCIÓN SIN DESEO, Y NO HAY ACCCION RESPONSABLE NI LIBRE SIN CONCIENCIA DE LO QUE SE QUIERE” (Maturana, 1991, p.248)



Referencias bibliográficas:


Flaubert, G., (1984). Madame Bovary, España, Sarpe

Maturana, H. (1992). El sentido de lo humano, Santiago de
    Chile. Ediciones Pedagógicas Chilenas S. A.

Pinkola Estés, C. (1992). Mujeres que corren con los lobos,
    España, Ediciones B S.A.


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